10 frases que pueden acomplejar a un niño de cara a su vida adulta

Publicado 3 enero, 2017 por Alberto Díaz - Pinto
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¿Cuántas frases lapidarias recordáis de vuestros padres? Cuando éramos pequeños no se andaban con demasiadas contemplaciones cuando debían regañarnos, con tal de conseguir un determinado efecto sobre nosotros -mejorar las notas, sacar la basura, etc.-, sin saber que podrían haber estado soltándonos determinadas frases recurrentes que podrían habernos infundado algún tipo de complejo en nuestra vida adulta. 

Al menos esto es lo que piensa la psicóloga familiar Svetlana Merkulova,  quien cree que incluso una pequeña frase pronunciada sin pensar puede afectar a la salud mental del pequeño. Por eso, ve necesario que a la hora de comunicarnos con nuestros hijos, elijamos cuidadosamente las palabras. Del mismo modo, Merkulova afirma que hay ciertas frases que deberíamos obviar por completo: 

«Cuando yo tenía tu edad me iba muy bien en la escuela»

Desde el nacimiento y hasta los 6 años, los padres son prácticamente dioses para el niño. De todo saben y todo lo pueden; son ellos quienes enseñan al niño a relacionarse con él mismo y con su entorno. Así pues, esta frase en cuestión podrían interpretarla de este modo: «Nunca podrás ser como yo, no importa cuánto lo intentes, soy mejor que tú».

Generalmente los niños que crecen en un contexto así intentan demostrarle a sus familias que son buenos. Diciendo cosas de este tipo se estimula la parte narcisista de la mente del niño y eso provoca que quiera alcanzar ciertas metas, hasta ahí bien. El problema es que no hará las cosas por sí mismo, sino para agradar a sus padres, para que finalmente vean que es digno de ellos. Cuando crecen, estos niños no son capaces de alegrarse con sus logros; la alegría aparece solo si su progenitor reconoce su éxito, pero eso es muy poco probable.

Llamándoles «osito», «mi ratoncito», «cariñito mío»…

Aunque la intención no es mala, todos estos apodos despersonifican al niño. Es como si él no existiera y en su lugar hubiera un animalito o un juguete con el que se puede hacer lo que sea. Durante sus primeros años de vida, vuestro hijo/a aceptará lo que le digáis sin objeciones, sencillamente confiarán en vosotros. Si se le dice al niño que es un tonto, en lugar de «déjame explicarte», él aceptará esa como su realidad. 

Por ejemplo, una madre llamó a su hijo cobarde. Tiempo después, cuando el pequeño se presentó ante una visita, lo hizo de la siguiente manera: «Me llamo Andrés y soy un cobarde». Si vuestros hijos dicen cosas similares, es hora de pensar cómo os relacionáis con él. 

El nombre de una persona es su presentación ante el mundo. En algunas familias ocurre que el nombre del niño va modificándose con el tiempo y aparecen una buena cantidad de apodos «simpáticos»; eso está mal. El nombre siempre debe estar en primer plano, es el nombre lo que le permite sentir que es un ser completo con identidad propia. Si frecuentemente usáis apelativos tales como patito, gatito, osito, etc., estaréis quitándoles un pedazo de su «yo». 


«Rita ha sacado un 10 y tú solo un 7»

La mayoría de los padres lo hacen todo con la mejor intención y puede que ellos mismos tuvieran una experiencia similar durante su infancia y por eso crean que «no hay nada de malo, a mi también me dijeron eso y mira, soy una persona de bien». Ellos lograron «olvidar» lo mucho que duele cuando papá o mamá te comparan con otros niños. 

En realidad, soportar algo así causa mucho dolor. Un dolor que puede incluso acompañarles durante su vida adulta, además de generar un odio inmediato hacia «Rita». El niño siempre se siente mal cuando lo comparan con otro niño de su clase, primos o hermanos, así que evitémoselo. 

«Como te portas mal ya no te quiero»

Decirles algo así como «solo te quiero cuando haces lo que te digo», también iría dentro de la misma línea. Después de una frase como esas, el niño empezará a esforzarse con todas sus fuerzas para actuar «correctamente», dejando de lado todas sus necesidades y deseos, «desarrollando una antena» que adivina lo que quieren sus padres. 

En la vida adulta intentará satisfacer a la gente, e inconscientemente vivir bajo el principio de: «Deseo que me quieran y para eso debo gustar y satisfacer, no escucharé mis propios deseos, sino que haré todo por cumplir los de otras personas».

«No me avergüences»

En otras palabras, con esto estamos diciendo al niño: «Me avergüenzas». Los niños que escuchan ese tipo de frases con frecuentemente querrán que la gente vea quiénes son ellos en realidad, pero curiosamente cuando reciben la atención de alguien no saben qué hacer con ella: se esconden, se cierran, se pierden. Es como si no tuvieran elección, como si solo pudieran ser la vergüenza de alguien. 

«Eres igual a tu padre (madre)»

Esta frase ilustra sin duda la relación entre los padres, lo infelices que se sienten el uno con el otro y al decirlo se transmite esa incomodidad a los hijos. En otras palabras, los padres no pueden arreglar sus problemas directamente, así que «se envían» mensajes diciéndole a su hijo algo de este estilo. Si la madre dice «eres tan terco como tu padre», significa que es imposible llegar a un acuerdo con su padre. ¿Será entonces que el niño querrá ser igual de terco que su padre? ¿qué imagen se hará una niña de los hombres cuando escuche eso? 

Cuando las malas relaciones de pareja se proyectan en el niño, él deberá vivir con eso. Por otro lado, también puede interpretar esta frase como que «es más fácil tratar con chicas que con chicos» (o viceversa). Los padres usan este tipo de manipulación si hay una batalla por el niño y el pequeño necesita elegir con quién vivir o pasar el tiempo.

«Si no te comes la sopa serás tonto y débil»

Una vez conocí a una chica a la que durante su infancia le decían: «si no te comes el pan, este correrá detrás de ti toda la noche». Puede sonar hasta divertido, pero la niña le tenía mucho miedo al pan, por lo que sus padres lograron exactamente lo contrario a lo que pretendían. 

Frases como esas son manipulación en su estado más puro, y con mucha frecuencia son usadas por abuelos y abuelas que tuvieron que soportar el hambre en su infancia, y van pasando silenciosamente su trauma de generación en generación. Frases como esas pueden hacer que el niño desarrolle miedos infundados y/o desórdenes alimenticios.

«Si te portas mal llamamos al coco para que te lleve»

Una frase muy concreta que dice casi directamente que el niño es valioso solo si hace lo que sus padres quieren. Decirles algo así les da a entender que no deben ser ellos mismos, sino alguien que se ajuste por completo a expectativas, en muchos casos irrealizables. 

Eso, junto al pánico al pensar que quien le protege pueda ser capaz de entregarle a una criatura desconocida y horrible, que solo tiene cabida en la peor de las pesadillas de un niño.  En su edad adulta, estos niños encontrarán difícil confiar en alguien, no sabrán lo que quieren e intentarán gustarle a todos y cada uno.

«Ya verás cuando lleguemos a casa…»

Esto puede dar lugar a entender que los padres tienen derecho de hacer lo que les venga en gana con sus hijos, sin importar lo que sientan. En un segundo, el amoroso padre se transforma en un carcelero que castiga o perdona. 

Los niños que escuchan con frecuencia este tipo de frases suelen tener relaciones difíciles con sus jefes cuando son adultos, ya que la figura del jefe coincide de cierta manera con la de un progenitor. De este modo, el adulto temerá a su superior e intentará complacerlo para evitar ser castigado. Por lo general, los jefes se percatan rápidamente de eso y aprovechan la situación a su favor.

«Vete y que no te oiga ni te escuche»

Traducción en la mente de un niño: «¡Me arruinaste la vida, desaparece! ¡No deberías existir! Como consecuencia, el niño vivirá con un profundo sentimiento de culpa ante sus padres por haber truncado su vida. Sentirá constantemente que será rechazado por los demás.

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